viernes, 5 de febrero de 2010

CBPA_HT_1101

HERRAMIENTAS TECNOLOGICAS SEMANA 11 ACTIVIDAD 1



Cambio climático
Cambio climático. ¿Estamos o no estamos a tiempo?


Uno de los temas de relevancia internacional es el de sí aún estamos a tiempo de revertir los efectos que nuestras emisiones de gases están causando en el clima del planeta.

Los cambios en el clima del planeta entero a excepción de una catástrofe natural como la caída del meteori­to que hace 365 millones de años causó abruptas modificaciones se van dando naturalmente de una forma paulatina, es decir, tienen que pasar más de cien generaciones de seres humanos para ver un cambio.

Los ciclos de la Tierra llevan tantos años que para una persona resultan casi incomprensibles, ya que no po­demos tener clara noción de lo que significan dos o tres millones de años cuando vivimos apenas cien.

Sin embargo, tanto por los avances tecnológicos como por la forma en la que se fueron desarrollando nues­tras sociedades, hemos adquirido la capacidad de acelerar estos procesos, de alterarlos e incluso de superar la extraordinaria capacidad del planeta de absorber esos cambios y encauzarlos, adaptándolos a sus propios tiempos.

El planeta, desde sus inicios, nunca ha dejado de mutar, desde las más frías eras glaciales, hasta las etapas más calurosas. Sin embargo estos cambios siempre han sido tan “lentos” que ningún ser vivo hubiera sido capaz de percibirlos.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.

Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.


Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.

Cambio climático
Cambio climático. ¿Estamos o no estamos a tiempo?


Uno de los temas de relevancia internacional es el de sí aún estamos a tiempo de revertir los efectos que nuestras emisiones de gases están causando en el clima del planeta.

Los cambios en el clima del planeta entero a excepción de una catástrofe natural como la caída del meteori­to que hace 365 millones de años causó abruptas modificaciones se van dando naturalmente de una forma paulatina, es decir, tienen que pasar más de cien generaciones de seres humanos para ver un cambio.

Los ciclos de la Tierra llevan tantos años que para una persona resultan casi incomprensibles, ya que no po­demos tener clara noción de lo que significan dos o tres millones de años cuando vivimos apenas cien.

Sin embargo, tanto por los avances tecnológicos como por la forma en la que se fueron desarrollando nues­tras sociedades, hemos adquirido la capacidad de acelerar estos procesos, de alterarlos e incluso de superar la extraordinaria capacidad del planeta de absorber esos cambios y encauzarlos, adaptándolos a sus propios tiempos.

El planeta, desde sus inicios, nunca ha dejado de mutar, desde las más frías eras glaciales, hasta las etapas más calurosas. Sin embargo estos cambios siempre han sido tan “lentos” que ningún ser vivo hubiera sido capaz de percibirlos.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.

Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.


Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Cambio climático
Cambio climático. ¿Estamos o no estamos a tiempo?


Uno de los temas de relevancia internacional es el de sí aún estamos a tiempo de revertir los efectos que nuestras emisiones de gases están causando en el clima del planeta.

Los cambios en el clima del planeta entero a excepción de una catástrofe natural como la caída del meteori­to que hace 365 millones de años causó abruptas modificaciones se van dando naturalmente de una forma paulatina, es decir, tienen que pasar más de cien generaciones de seres humanos para ver un cambio.

Los ciclos de la Tierra llevan tantos años que para una persona resultan casi incomprensibles, ya que no po­demos tener clara noción de lo que significan dos o tres millones de años cuando vivimos apenas cien.

Sin embargo, tanto por los avances tecnológicos como por la forma en la que se fueron desarrollando nues­tras sociedades, hemos adquirido la capacidad de acelerar estos procesos, de alterarlos e incluso de superar la extraordinaria capacidad del planeta de absorber esos cambios y encauzarlos, adaptándolos a sus propios tiempos.

El planeta, desde sus inicios, nunca ha dejado de mutar, desde las más frías eras glaciales, hasta las etapas más calurosas. Sin embargo estos cambios siempre han sido tan “lentos” que ningún ser vivo hubiera sido capaz de percibirlos.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.

Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.


Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Cambio climático
Cambio climático. ¿Estamos o no estamos a tiempo?


Uno de los temas de relevancia internacional es el de sí aún estamos a tiempo de revertir los efectos que nuestras emisiones de gases están causando en el clima del planeta.

Los cambios en el clima del planeta entero a excepción de una catástrofe natural como la caída del meteori­to que hace 365 millones de años causó abruptas modificaciones se van dando naturalmente de una forma paulatina, es decir, tienen que pasar más de cien generaciones de seres humanos para ver un cambio.

Los ciclos de la Tierra llevan tantos años que para una persona resultan casi incomprensibles, ya que no po­demos tener clara noción de lo que significan dos o tres millones de años cuando vivimos apenas cien.

Sin embargo, tanto por los avances tecnológicos como por la forma en la que se fueron desarrollando nues­tras sociedades, hemos adquirido la capacidad de acelerar estos procesos, de alterarlos e incluso de superar la extraordinaria capacidad del planeta de absorber esos cambios y encauzarlos, adaptándolos a sus propios tiempos.

El planeta, desde sus inicios, nunca ha dejado de mutar, desde las más frías eras glaciales, hasta las etapas más calurosas. Sin embargo estos cambios siempre han sido tan “lentos” que ningún ser vivo hubiera sido capaz de percibirlos.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.

Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.


Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Cambio climático
Cambio climático. ¿Estamos o no estamos a tiempo?


Uno de los temas de relevancia internacional es el de sí aún estamos a tiempo de revertir los efectos que nuestras emisiones de gases están causando en el clima del planeta.

Los cambios en el clima del planeta entero a excepción de una catástrofe natural como la caída del meteori­to que hace 365 millones de años causó abruptas modificaciones se van dando naturalmente de una forma paulatina, es decir, tienen que pasar más de cien generaciones de seres humanos para ver un cambio.

Los ciclos de la Tierra llevan tantos años que para una persona resultan casi incomprensibles, ya que no po­demos tener clara noción de lo que significan dos o tres millones de años cuando vivimos apenas cien.

Sin embargo, tanto por los avances tecnológicos como por la forma en la que se fueron desarrollando nues­tras sociedades, hemos adquirido la capacidad de acelerar estos procesos, de alterarlos e incluso de superar la extraordinaria capacidad del planeta de absorber esos cambios y encauzarlos, adaptándolos a sus propios tiempos.

El planeta, desde sus inicios, nunca ha dejado de mutar, desde las más frías eras glaciales, hasta las etapas más calurosas. Sin embargo estos cambios siempre han sido tan “lentos” que ningún ser vivo hubiera sido capaz de percibirlos.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.

Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la Revolución Industrial. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó: el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico, y al otro lo hacíamos en cuatro o cinco horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas, y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio empobre­cido.


Para los millones de muertes causadas por el Tsunami, el Huracán Katrina, las inundaciones y sequías que van y vienen en todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos; para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
Caso práctico
Hasta donde llegan nuestros conocimientos, existen nueve planetas atrapados en una órbita alrededor del sol. Sólo uno, la Tierra, tiene vida. Pero existe una infinidad de otros soles en un sinfín de galaxias distribuidas a lo largo del universo. Todavía no sabemos si existe vida en otro planeta en alguna otra galaxia.
Durante los últimos quince años, las investigaciones del espacio como las misiones Mariner y Voyager nos han proporcionado muchos detalles sobre todos los planetas de este sistema.

Desde el centro del universo al límite de una galaxia
En la antigüedad se consideraba la Tierra como el centro del universo (una perspectiva geocéntrica), inmóvil debajo de una bóveda de estrellas que giraban del este al oeste. Los planetas resultaban misteriosos porque parecían deambular entre las estrellas. Algunos de ellos se ralentizaban periódicamente y empezaban a moverse en dirección opuesta hacia el oeste, el denominado movimiento retrógrado. Tras una corta distancia, volvían a ralentizarse y reanudaban el movimiento hacia el este. Por este motivo, en la antigüedad, los planetas se denominaban deambuladores.
EL SISTEMA SOLAR
Vamos a echar un vistazo a los planetas de nuestro sistema solar brevemente, uno por uno. Los cuatro primeros se denominan planetas terrestres. Los cuatro siguientes son los gigantes gaseosos.
Ilustración 1: el Sistema Solar
Mercurio

Denominado así por los mensajeros con alas en los pies de los dioses romanos. Mercurio recorre su órbita a la vertiginosa velocidad de 30 millas (48 kilómetros) por segundo, lo que hace que un año mercuriano dure sólo 88 días de la Tierra. Por el contrario, una rotación alrededor de su eje, o un único día, dura casi 59 días de la Tierra.
Las temperaturas durante el día alcanzan los 800 grados Fahrenheit (341,33 grados Celsius), lo que no es sorprendente dada su cercanía al sol. Esa proximidad hace que sea difícil estudiar Mercurio desde la Tierra debido a la interferencia del resplandor del sol.
El viajero artificial Mariner 10 proporcionó mucha información acerca de Mercurio cuando se acercó al planeta en 1974 y 1975. Descubrimos que Mercurio consta de un campo magnético muy débil, que podría indicar un núcleo metálico caliente, como hierro líquido. Los geólogos creen que Mercurio puede ser el planeta más rico en hierro del sistema solar. La corteza de Mercurio parece ser silicato, como la de la Tierra.

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